martes, 11 de enero de 2011

El texto expositivo y el argumentativo

El texto expositivo






En este vídeo se te explica de manera clara qué es un texto expositivo y uno argumentativo. Este otro vídeo te permitirá conocer mejor el texto argumentativo y el ensayo.

Sueños digitales


Desde el estreno de Toy Story (1995), la animación por ordenador se ha convertido en uno de los géneros más exitosos del cine actual.

Pocos cambios han afectado tanto al cine de animación en los últimos años como la introducción de ordenadores en el proceso creativo de las películas. Desde que en 1991 Disney empleó esta técnica para diseñar la secuencia del baile de La bella y la bestia, las nuevas tecnologías han revolucionado la forma de concebir los dibujos animados, hasta el punto de llegar a amenazar la supervivencia de la animación tradicional.
El primer largometraje de animación digital que se estrenó comercialmente fue Toy Story (1995). Producida por Disney y por la compañía Pixar, la película obtuvo un inmenso éxito comercial (recaudó más de 350 millones de dólares) y demostró contundentemente la viabilidad de este tipo de producciones. Pronto se sumó al género el estudio Dreamworks, fundado por Steven Spielberg y el antiguo jefe de animación de Disney, Jeffrey Katzenberg, que en 1998 estrenó la segunda película generada por ordenador de la historia, Hormigaz. Frente a la mojigatería de Disney, este filme fundó las bases del estilo de animación Dreamworks, con un guión inteligente y lleno de humor, y una moralidad menos acusada y más abierta.
Desde entonces, el tándem Disney-Pixar y Dreamworks mantiene una lucha encarnizada por la hegemonía en el mundo de los dibujos animados digitales. Los primeros han demostrado su maestría técnica en títulos como Toy Story 2, Bichos, Monstruos S. A. o Buscando a Nemo, que ganó el Óscar a la mejor película de animación en marzo de 2003. No obstante, Dreamworks no le ha ido a la zaga, con grandes éxitos de taquilla como Shrek y Shrek 2, que se han convertido en las cintas animadas más taquilleras de la historia.
Además, los otros estudios se resisten a quedar apartados de un pastel tan sustancioso, apuntándose éxitos como La Edad de Hielo (Fox), Final Fantasy (Columbia) o Jimmy Neutron (Paramount). Warner saltará a la escena estas Navidades [2004] con The Polar Express, de Robert Zemeckis, y la ruptura anunciada entre Disney y Pixar añade aún más incertidumbre al panorama del género, más aún teniendo en cuenta que Disney cosechó un sonoro fracaso en su primera aventura digital en solitario, Dinosaurio (2000).
Pero no solo en Estados Unidos se producen dibujos animados por ordenador. En España, hace dos años abrió el fuego El bosque animado, un largometraje basado en la novela homónima de Wenceslao Fernández Flórez y producido por la empresa gallega Dygra Films. Ahora, Filmax se apunta a la moda con Pinocho 3000, una versión futurista del cuento de Collodi.


El texto argumentativo






Año tras año son innumerables los ciudadanos que, obligados por adversos avatares, se ven abocados a hacer constar con letras de encono sus desagradables experiencias. Me refiero al «Libro de Reclamaciones ». Muchos, por no decir la mayoría, tienen sobradas razones para ello. Pero otros, inducidos por ese cabreo fieramente humano que enciende hasta las meninges, se exceden en su afán querellante. Tomemos por ejemplo el caso de Iberia, una mina de reclamaciones generalmente justificadas: extravíos de equipaje, overbooking, retrasos, cambios de vuelo…, pero ¿tiene la culpa la sufrida compañía de que a un pasajero le huelan los pies?
Desde que un usuario se quejara, airadamente y por escrito, de que al tipo del asiento de atrás le cantaban los pinreles, en el Departamento de Relaciones ya pueden justificar como atenuante que el cliente no siempre tiene razón. Obviamente el efecto no pudo ser paliado con el indebido uso de los chalecos salvavidas en sustitución urgente de las necesarias plantillas «Devorolor». …
Los diferentes organismos de defensa del consumidor registran anualmente más de doscientas mil reclamaciones, algunas excepcionalmente atípicas, como la de una señora que acudió a la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) porque el grosor del salchichón que había comprado no era de su agrado: cambiaba de tamaño en toda su extensión. O la de ese novio despechado que acudió a la Unión de Consumidores (UCE) pidiendo algún tipo de satisfacción a determinada agencia de viajes por considerarla culpable de un periplo de placer desgraciado. Él, que había pagado religiosamente un paquete para dos por Italia, el suyo y el de su novia, nunca contó con la incómoda pero imprescindible presencia de un tercer invitado: el guía turístico. Ella acabó enrollándose con el cicerone dejando a su Romeo cornuto y apaleato, y este, sintiéndose estafado como consumidor y agraviado como amante, rellenó la Hoja de Reclamaciones con iracundo requerimiento: «¡Al menos que me devuelvan el dinero que pagué!». …
No todas las novias van por el mundo con tan amplios vuelos. Algunas son previsoras y muy miradas en eso de meter en cintura los desaguisados del libre comercio. Ahí tienen a esa neska bilbaína que quiso devolver a unos grandes almacenes de la ciudad su vestido nupcial «porque le quedaba un poquito estrecho», pero, eso sí, quince días después del enlace matrimonial. En la nueva era del consumo exigente no solo destacan caraduras y profesionales del descontento. Hay además personas que manifiestan su desacuerdo con exceso de buena fe y sus demandas suenan a ronroneo del gato de Rosario o «Rosariyo», aquel que hacía «Uyy uy uyyy jujujuyu». Algo parecido debió de ocurrirle a la mujer sevillana que acudió a la UC andaluza para elevar una queja en nombre de su maltrecho micifú, presunta víctima inocente del pésimo funcionamiento de un recién estrenado horno microondas, noticia que chamuscó de hilaridad las páginas de los periódicos españoles. Se lamentaba la señora porque el manual de instrucciones del electrodoméstico no advertía en ningún momento de que no se podían secar gatos en su interior, motivo por el cual su «minino» terminó más triste y azul que el famoso felino de Roberto Carlos (cantante brasileño, no confundir con el futbolista de igual nacionalidad y menos pelo). El verano es tiempo propicio para que cualquiera que se eche al camino pueda convertir su peregrinaje en un quejilloso asunto. Invita a la tentación permanente de solicitar a cada paso la dichosa hoja de marras donde se extiende con plumazo gemebundo la furia, el disgusto, el enojo y el desahogo. De entrada o, si prefieren, de salida, ¿quién de entre ustedes cuando abandona el hogar y se lanza a la carretera no es presa del pánico y víctima del escalofrío cada vez que se ve obligado a usar los «servicios» de una Estación de Servicio? … Un reciente chequeo, realizado por las Asociaciones de Automovilistas (RACE) entre cien puntos localizados desde Bilbao a Algeciras, alerta de que en el uso del inodoro (¿inodoro?) hay un 15% de riesgo para la salud y concluye que el 60% de los váteres carecen de la necesaria higiene. Para hacer notorio mi descontento y en línea con las formas de protesta contemporánea, pensé en realizar una sentada en pleno meollo de este asunto … pero finalmente opté por pedir al encargado la Hoja de Reclamaciones.

Antxon Urrusolo
El País

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